Roberto Helguero Entrevistado |
La familia se esparce por América del Sur
Roberto Helguero, renuevo de aquel viejo tronco llegado de Cantabria, guarda con devoción y celo no sólo recuerdos familiares en su memoria, sino viejísimos folios que aseveran la presencia de sus parientes inmigrantes en Tucumán y muy especialmente en Villa Luján.
Roberto Helguero, renuevo de aquel viejo tronco llegado de Cantabria, guarda con devoción y celo no sólo recuerdos familiares en su memoria, sino viejísimos folios que aseveran la presencia de sus parientes inmigrantes en Tucumán y muy especialmente en Villa Luján.
Su
buena disposición para hablar con nosotros y la frescura con que lo hace, pone
de manifiesto el respeto que siempre sintió por aquellos seres que insertaron
el apellido Helguero en tierras tucumanas.
- “Los
Helguero, cuando abandonaron España, se diseminaron por toda Latinoamérica. En
Bolivia, usted abre la guía telefónica, y como aquí encuentra Pérez, allá
encuentra Helguero, muchísimos” -, nos dice nuestro
entrevistado.
Roberto
Helguero, renuevo de aquel viejo tronco llegado de Cantabria, guarda con devoción y celo, no sólo recuerdos
familiares en su memoria, sino viejísimos folios que aseveran la presencia de
sus parientes inmigrantes en Tucumán y muy especialmente en Villa Luján.
Su
buena disposición para hablar con nosotros y la frescura con que lo hace, pone
de manifiesto el respeto que siempre sintió por aquellos seres que insertaron
el apellido Helguero en tierras tucumanas.
- “Los
Helguero, cuando abandonaron España, se diseminaron por toda Latinoamérica. En
Bolivia, usted abre la guía telefónica, y como aquí encuentra Pérez, allá
encuentra Helguero, muchísimos” -, nos dice nuestro
entrevistado.
Aquellos rastros perdidos.
La presencia de la familia en Tucumán
data de épocas remotas y difusas, ya que se remonta al siglo XVIII,
probablemente. El genealogista tucumano Ventura Murga, liando las ramas de este
apellido, menciona a María de los Dolores Helguero, aquella dama tucumana
enlazada a la vida amorosa del general Manuel Belgrano y fallecida años después
en la provincia de Catamarca. Ciertas investigaciones familiares recientes,
detectaron además la participación de un sargento mayor de apellido Helguero en
la magistral Batalla de Tucumán en el Campo de las Carreras, lamentablemente
muerto en combate aquel 24 de Septiembre de 1812.
Los Helguero en Villa Luján.
Boleto de Compraventa del año 1874 |
La
propiedad adquirida por don Segundo en la villa, costó cincuenta pesos
bolivianos y pertenecía a César Mur, según el boleto de compra-venta de 1874,
que conserva Roberto.
Certificado de 1890 sobre el casamiento de Segundo Helguero con Manuela Mendible en 1888 |
Está claro que
muchos inmigrantes se aventuraron a venir solos a estas lejanas tierras.
Ansiosos por conseguir prosperidad, atraídos por la paz del país y empujados
por la juventud, llegaron a Tucumán hasta los que hoy nuestras leyes consideran
niños. Adolescentes con aspecto aun infantil, otros que recién pisaban el
umbral de la edad viril, sean hombres o mujeres, descendían de viejos barcos
cargueros en el puerto de Buenos Aires.
Juan Antonio Collavino - Carmen Maidana |
Luego un destino
desconocido, un horizonte de búsquedas, los llevaba por pueblos del interior
argentino. Ahí, donde un trabajo o emprendimiento comercial los sujetaba, estos
nuevos habitantes sentaban bases, a veces, cautivados por el amor, no
necesariamente se mezclaban con coterráneos y formaban una familia. Algo de
esto debe haberle pasado a don Juan Antonio Collavino, italiano casado con
Carmen Maidana, descendiente de puro español.
Porque don Juan
Antonio, mi Nono, como lo llama
Roberto Helguero, ya que lo es por parte de madre, vino de Italia escapando de
la guerra de 1914 y para su mala suerte, al desatarse la segunda hostilidad
mundial lo obligaron nuevamente a alistarse en su ejército y, tozudo don Juan,
volvió a abandonar el batallón.
Este desertor reincidente tenía
razones para huir pues contaba que por causa de la primera conflagración, sus mayores
para protegerlo lo encerraron en un horno por un largo tiempo y en el segundo
conflicto, cuando lo vistieron de soldado y luchó en el frente, tenía que
apagar la sed tomando orín en las trincheras, además ponderaba el hambre pasado
en su pueblo, tanto en la guerra como en la paz.
Dicen que ya establecido en Villa
Luján, a pesar de vivir en una tierra abierta, sin fronteras visibles, aun
mantenía la costumbre de cultivar lechugas en tarritos.
Los
Helguero y los Collavino
Regreso a la humilde casa del
matrimonio Helguero-Mendible donde, en 1904, nació un segundo hijo al que
llamaron Marcos Segundo, padre de Roberto, nuestro narrador en la ocasión.
Al crecer, el joven Marcos se unió a
las tareas de su padre en campos ajenos y cierto día, cultivando batatas en
tierras de Juan Antonio Collavino, como ya dije, italiano y Carmen Maidana,
española, conoció a la hija mayor de aquel matrimonio, Eva Haydee Collavino,
nacida en Villa Luján en 1913, con la que se enredó sentimentalmente.
Marcos S. Helguero- Segundo Julián Helguero- Manuela Mendible y Marita L. de Mendible -1937 |
El noviazgo era,
a simple vista, inviable, una niña tocada por la gracilidad, adinerada,
premiada por la naturaleza con una belleza singular, ir a poner los ojos en un
muchachón que además de pobre, calzaba como vestimenta diaria “pantalones a
media canilla” sujetados con un tirador cruzado en el hombro, que llevaba las
“patas pila” pues no soportaba que las alpargatas le ajustaran los pies, y,
como corolario, caminaba descalzo por los surcos que abría el arado y deshacía
los terrones a puro golpe de sus talones, realmente no hablaba de una relación
que pudiera llegar lejos pues, a la par del aspecto “rompe pasiones” de Marcos,
don Juan Antonio Collavino esperaría otro destino para su hija, la mayor, y por
ende, la mimada.
Roberto Helguero junto a sus padres Marcos Segundo Helguero y Eva Haydee Collavino de Helguero |
Dejo de narrar
algunos renglones para leer lo que Roberto, hijo de aquel “caprichoso romance,
dice al respecto.
-“El tema es que se conocen y se enamoran la hija del dueño de la
propiedad, una gringa ojitos verdes y llena de guita, y el fiero, negro y pata
pila de mi papá que era de tez bien oscura y motoso, le decían Mocho Helguero".
-“Realmente para nosotros eran un problema las reuniones familiares
porque todos los Collavino se han casado con blanquitos, el único negro era mi
viejo” -.
Lo cierto es que Marcos segundo y
Eva Haydee formaron la familia Helguero-Collavino, otro matrimonio misturado
por dos nacionalidades que Villa Luján albergó.
Fiestas de Familias - Dos mundos en
una sola casa.
La unión Collavino-Maidana, Helguero-Mendible y Helguero-Collavino,
italianos y españoles, convierte a las tradiciones de cada una de estas
familias, que alguna vez fueron puras, en una mezcla que se manifiesta tanto en
lo cotidiano como en las festividades que los convocan.
Por ejemplo, en
los días de la navidad, 25 de diciembre, el Nono Collavino imponía un festejo a
lo italiano, con faroles de colores que tenían rara forma de termos, traídos de
la añorada Italia, con música amplificada de discos de pasta que sonaban con
púas cambiables, donde se reproducían en exclusividad las tarantelas a las que
bailaba como poseído mientras bebía abundante cerveza tirada, con cohetes que
lanzaba a diestra y siniestra o con furiosos golpeteos contra las columnas
metálicas del alumbrado público, causando un verdadero bochinche, y con muchos
otros gestos extrovertidos de alegría que aquel “Tano”, para denominarlo con
una cariñosa expresión argentina, expresaba con naturalidad, por ser una
antigua costumbre aprendida de sus mayores .
A
su vez los Helguero, criollos por ser del país desde el siglo XVIII, proponían
otras características para esas fiestas.
Cabe decir
que el ya maduro Marcos, vestido ahora con sobriedad y papá de algunos críos,
tuvo varios hermanos nacidos en el hogar de don Segundo y doña Carmen. Que
agrupados por el afecto, los hermanos Helguero se frecuentaban regularmente y,
como añadidura, los aunaba una marcada inclinación hacia la música, la del país
sin dudas.
La vocación artística de casi todos estos hermanos, les permitió formar
una especie de orquesta, con bandoneón, arpa y violines, la que siempre estuvo
presente en las reuniones que agrupaba a Collavino, Maidana, Helguero,
Mendible.
Imaginemos ahora el mejunje que se
armaría al ensamblarse el espíritu dicharachero de don Juan Antonio Collavino, con el
tristón de los tangueros y zamberos
Helguero.
He ahí la mixtura mágica que produjo en muchos casos la irrepetible
inmigración.
La ternerita para invitar a los
vecinos
Apreciamos la memoria de Roberto Helguero y valoramos mucho
más el amor con que cuenta las cosas de familia y del barrio. Con sus recuerdos
y gracia para hablar de aquellos asuntos vividos o contados por sus parientes
mayores, podríamos elaborar un nuevo libro de los Helguero como quien sumamos algunas
páginas a todo lo escrito por Ventura Murga sobre ellos.
Los renglones siguientes nos
muestran pasajes que debieron ser comunes a muchas familias de la villa de
comienzos del siglo XX y que él narró para nosotros con alegría.
Carta Acuse de Recibo de Casa importadora alemana en Buenos Aires a Marcos Helguero Setiembre de 1927 |
Factura de la compra del bandoneón en 1927 |
La historia de su bandoneón es interesante porque Roberto, el entrevistado, conservó la carta de Acuse de Recibo del giro postal por $ 230 m/n, fechado en Setiembre de 1927, que su padre Marcos Helguero, le hizo a la Casa importadora Alemana de Alberto Oehrtmann, comercio que estaba en la calle Humberto 1ro., número 1561/65 -Buenos Aires.
Marcos Segundo Helguero con su bandoneón -1927 |
Al llegar al lugar, luego de los
saludos y comentarios sobre los motivos de la visita, su padre elegía una ternera, pues eso los había llevado hasta allí, le ataba una cuerda al cogote y
sujetaba el otro extremo del cordel al portaequipaje de la bicicleta,
emprendiendo el regreso a la casa, a la calle Mendoza al 2700, con la tambera
al trote por atrás.
La edificación de aquella vivienda
respondía al diseño que era común a la época, o sea dos habitaciones sobre la
calle o el jardín separadas por el zaguán que daba a la galería interna y allí
comenzaban las habitaciones en chorizo. La ternera era ingresada por ese zaguán
hasta el fondo o patio, donde don Marcos la amarraba a un viejo árbol de mango
donde la sacrificaba.
Era el momento en que alguna de las mujeres de la familia,
casi siempre su tía Banji, hermana de don Marcos juntaba la sangre de ternera para cocinar la
chanfaina: A su vez, otro hermano de don Marcos, apodado “El chato”, entraba al
gallinero escopeta en mano y baleaba a varias gallinas para evitar perseguirlas
hasta el cansancio, aves que luego también iban a parar a la cocina donde se
las hervía. Dice Roberto que al comer, todos los comensales escupían los
perdigones disparados por “El chato”.
Allí se juntaba todo el barrio y en
la sobremesa la música reinaba, pues los hermanos Helguero fueron todos
intérpretes de algún instrumento, menos el “francotirador Chato” que se
dedicaba a atender a los músicos, o sea, a ocuparse de que los vasos no estén
vacíos. Asegura Roberto que las reuniones se extendían por varias jornadas
donde las mujeres cocinaban y los hombres cantaban, bebían y contaban cuentos.
Otros recuerdos de Helguero
Otros recuerdos de Helguero
Cuando tenía seis o siete años su papá, don Marcos, lo
mandaba, montado en su bicicletita rodado 20, a la casa de todos los parientes
que vivían en el barrio a que repartiera el “bagayo”, que traducido significa
paquete o lío. Éste consistía en trozos de carne, hígado, corazón, panza,
o entraña, que traía del matadero
diariamente. Rematando este recuerdo, Roberto cuenta que su papá hacía asado
todas las noches en su casa y confiesa que por entonces él odiaba el asado.
A la par de la casa de Salvioli, frente a la plaza,
aunque mucha gente me discute y dice que no, ahí estaba la escuela Marcos Paz,
a esa escuela iba mi papá en patas, los padres lo obligaban a ir de alpargatas
pero como no estaba acostumbrado a usarlas, salía en alpargatas de la casa y en
la esquina se las sacaba para esconderlas debajo de una piedra y se iba en
patas. Después esta escuela se trasladó a su actual emplazamiento. Roberto Helguero
Orquesta “Pampa y huella”
Marcos S. Helguero -1929 |
Me expresaré como lo
haría un locutor de antaño que anima un baile o una actuación de músicos en un
barrio o en la campaña tucumana.
¡Señoras y señoresss, estimado público
presente tengan ustedes muy buenas nochesss..., animando esta velada donde la
música surca el éter y dejando que se enfríen los negros surcos del disco,
tengo el agrado de presentar en este escenario a cuatro eximios intérpretes de
la música argentina!..., ¡con ustedes..., la orquesta..., Pampa y huellaaa..!
En ese preciso momento Marcos
Segundo Helguero en bandoneón, Lorenzo Helguero en arpa, el Negro y Nolasco,
también Helguero, en violines, Salcedo
en piano y Brígido Gramajo en guitarra, arremetían con un valsecito campero, un
tango de la guardia vieja, o una zamba de mi flor, interpretaciones que la
concurrencia aplaudía y ahí nomás salía a bailar.
El tema de trasladar el piano,
aparatoso si los hay, ocurría solamente si la fiesta era de gran nivel, pues
aquellos bohemios ejecutantes tenían que alquilar un carro cañero y montarlo
encima para llevarlo, desde el domicilio del pianista, hasta el escenario, que
por aquellos años se construía de bastante altura.
La Pampa y huella era número fijo en
las reuniones que los Helguero hacían en Villa Luján, en la casa de Marcos
Segundo, el fuellista del grupo. – “Nos juntábamos muchos, invitábamos a
todo el barrio” -, recuerda Roberto Helguero.
Marcos Segundo Helguero era desollador en el frigorífico del matadero municipal de Villa 9 de Julio; al largo trayecto lo hizo, todos los días de su vida, pedaleando una bicicleta de madrugada, por un recorrido que lo obligaba a internarse en los suburbios oscuros de la ciudad, pero allí estaba el sustento propio y el de su familia.
Su hijo
Roberto se pregunta, “cuál sería el jornal de mi padre?, las épocas eran
mezquinas para la paga, sin embargo los tres varones estudiamos en el Tulio
García Fernández y las dos mujeres en el
colegio María Auxiliadora”...
Los coches de plaza, aquellos elegantes y
cómodos carruajes copiados a la vieja Europa, en algún momento comenzaron a
fabricarse en Tucumán; el artesano fue hermano de don Marcos Segundo Helguero,
un carrojero al que le decían “El Negro”; a su vez un tercer hermano Helguero
se dedicó a la carpintería fina, convirtiéndose en el artífice de algunos reclinatorios de la iglesia de Nuestra Señora
de Luján, en la villa.
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