Francisco Daniel Quinteros
nació en el ingenio Concepción, el 4 de junio de 1913, del vientre de Carmen
Quinteros quien lo anotó con su apellido.
Sabemos que su ceguera se
manifestó cuando recién tenía tres meses de vida; que todo se inició con una
conjuntivitis posiblemente contagiada por su madre, la que al ver a su hijo
afectado por su misma dolencia, trató de curarlo con unas gotas que ella se
aplicaba en los ojos y el fuerte medicamento lo privó para siempre de la vista.
Tránsito del Carmen
Quinteros, ‘Pocha’, su hija y a la vez nuestra entrevistada, nos dice que su
padre tuvo los ojos azules pues al parecer fue hijo de un ‘gringo’, de un
español.
Cómo nace el músico
El oficio de mi padre fue el de músico,
guitarrista autodidacta desde los 4 años.
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El Ciego Pancho acompañado por Freite y su guitarra
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La
cosa empezó así: Mi abuela Carmen era lavandera. Para poder salir a trabajar lo
dejaba a su hijo con una madrina que cosía ropa a máquina. Cierto día ella le
regaló una guitarrita a mi papá y él, al
compás de la máquina de coser, sacaba ritmos y sonidos, solo. A medida que
creció perfeccionó su instrumento.
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El Ciego Pancho -izquierda- junto a otros músicos
en el salón auditorio de la radio tucumana LV7 |
De entre los recuerdos de
conversaciones con su padre, Pocha extrae la que cuenta que él comenzó a actuar como
guitarrista, en la emisora de radio LV7*, luciendo aun pantalones
cortos. El muchacho, sumado a otros músicos, como Militello y Romero, debía
acompañar a todos los intérpretes que visitaban el auditorio, ya sean de aquí o
de otras provincias; especialmente a los encumbrados vocalistas de Buenos
Aires. También nos dice que al trío luego se sumó Freite, un cordobés de buena
estampa y muy buen vestir, que podía peinarse el jopo en el brillo de sus
zapatos.
La permanencia de
Francisco Daniel Quinteros en esa emisora se prolongó por un largo tiempo. Así
fue que cumplida su mayoría de edad pasó a ser mensualizado y esa condición le
aseguró, años después, una jubilación.
Sin rencores ni reniegos,
Tránsito del Carmen comenta que su padre, ya renombrado como ‘El Ciego Pancho’,
estuvo muy cerca de recibir un aviso de despido de LV7 por no estar afiliado al
Partido Peronista, ya que se sentía radical de la línea de Yrigoyen.
-Mi
papá ha sido radical Yrigoyenista. Entonaba todos los cánticos del partido.
Para no perder el trabajo se tuvo que afiliar al peronismo, de otro modo se
quedaba en la calle.
* La emisora de radio LV7 fue fundada, en
Tucumán, el 29 de noviembre de 1928.
El Noctámbulo
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El Ciego Pancho acompañando a músicos y cantores tangueros |
Sin ánimo jocoso nos preguntamos qué sería la noche para El Ciego Pancho. Cómo se imaginaba el día con sus luces y sombras. Qué orden podía
guiar a su reloj biológico. Seguramente su accidentado trajín, sus copas
abundantes y baratas, más el permanente esfuerzo por hacerse de unos pesos,
todo ello hecho cansancio, lo obligaba al reposo. Pero quién podía aseverar que
desde su condición de no vidente, su descanso coincidía con la noche.
Su hija cuenta
-Ya
nadie lo ubicaba como Francisco Quinteros, para todos era El Ciego Pancho.
Mi
papá dormía de día; la noche era el día para él. Vivía ‘pasado de sueño’.
Recuerdo
que una de las audiciones de radio donde debía tocar, comenzaba a las 17 horas,
y hasta minutos antes de esa hora le decíamos:
Papá,
papá, levantesé.
Ya
va, ya va, respondía.
A segundos de la iniciación me mandaba hasta
un negocio que tenía teléfono y como yo era muy bajita me ponían un banquito,
me marcaban el número y les decía a los de la radio:
Por
favor, dice el papá que pongan discos sueltos hasta que él llegue.
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El Ciego Pancho y el cantor Eduardo González
en la emisora radial LV7 |
Claro,
estaba desvelado. Después de cada audición se tomaba sus vinitos. Muchas veces
se le juntaron dos audiciones sin dormir. Entonces me decía:
Dame
una rueda’i carro. Así le decía a la pastilla de Geniol.
Mi
papá siempre tomó vino tinto, puro y natural. Sus amigos, adeptos al blanco, debieron
cambiar sus gustos. Él les decía: P…., ustedes no saben tomar; tomen un tinto.
Y los amigos le contestaban: Bueno, bueno, ciego de mierd…
Siendo
ya viejo, toda la noche estaba acostado con la radio en su pecho, vos se la apagabas y él se
despertaba.
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El Bajo- 24 de Setiembre y Av. N. Avellaneda |
En boliches de El Bajo
Francisco Quinteros, ‘El Ciego Pancho’, incrementaba sus magros ingresos como mensualizado, con
recurrentes incursiones en los boliches de la zona de El Bajo, escenario que por allá de 1930 estuvo poblado de
bares, confiterías y otros sitios que más bien fueron tugurios lupanarios.
Tránsito del Carmen,
‘Pocha’, ésto nos cuenta:
Aparte
de su trabajo en LV7 trabajaba en El Bajo. Antes ahí eran todos boliches.
Muchos se confunden porque dicen que tocó en ‘El Gallo de Oro’; no fue así. Sí
tocaba en ‘El Palenque’, sobre la calle 24 de Septiembre 1º cuadra; en ‘La Ballena Azul’, que creo que estaba por el pasaje Díaz Vélez; pero todo frente a la ex Terminal de Ómnibus. Tenía
otro amigo de muchos años que actuaba
con él; fue cantor de tangos; se llamó Omar Correa y hay un tango que lo
identificaba: ‘Pucherito de gallina’. Llegaba a las reuniones que se armaban
sin programar, en bicicleta. Omar también cantaba en LV7.
En
‘El Gallo de Oro’, ubicado en frente de la peluquería de Eduardo González,
gran cantor de tango, actuaban ‘Los Ratones’, un matrimonio no vidente de apellido Romero; los dos
ejecutaban el violín.
Se casa
Tras mucho andar con su eterna compañera entre los brazos,
hablamos de la guitarra, El Ciego Pancho le hizo un lugar a su costado a una
mujer. María Tránsito Albarracín se llamó ella. Como diría un tanguero,
Quinteros tenía 33 abriles y el año 1946 deshojaba su almanaque. Se casaron. Y
consumada la boda se radicaron en la calle 25 de mayo al 1400, Villa 9 de Julio.
De esa unión llegaron al mundo: Tránsito del Carmen, ‘Pocha’, a la sazón
nuestra entrevistada, el 29 de abril de 1947; y el 2 de febrero de 1950,
Francisco, el inolvidable ‘Paco’ Quinteros.
Pero la felicidad de la
familia conformada duró poco. El 22 de octubre de 1955 este hombre, que miraba
con los ojos del alma, siente que la presencia de su compañera se escurre de su
lado disuelta por la muerte y se queda solo con sus dos pequeños vástagos: La
niña, de 8 años, y Paco, con apenas 5.
En la desolación que reina
en la casa ahora están: Francisco, sus dos hijos y la madre, aun perviviente,
del afligido viudo.
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El Ciego Pancho junto a su hijo Paco y amigos |
¡Hijo, a trabajar!
Nadie recuerda ya cuándo se acallaron en las emisoras de
radio, los fuelles, violines y guitarras, que tocaban en vivo. Una aproximación
dice que fue por allá de 1960. Las causas de la defunción de tan familiares
sonidos, estuvo en la aparición de la música grabada, de los discos que
comenzaron a llegar desde Buenos Aires. ¡Ah, es la modernidad! decían.
El hecho es que El Ciego Pancho
quedó cesante en LV7. No sabemos si lo indemnizaron o si al menos recibió unos
pesos.
Ahí la vida de los
Quinteros tuvo un cambio
-Cuando
el papá quedó sin trabajo en la radio, porque no hubo más audiciones en vivo,
le dijo a mi hermano que recién tenía 10 años:
Bueno
m’hijo, me vas a tener que acompañar, agarrá ese bombo y vayamos a trabajar
juntos.
Paco
hasta entonces cantaba solito y los vecinos le daban unas monedas. Él aprendió
mucho mirando a su padre.
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Plaza Alberdi |
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Estación ferroviaria General Mitre |
La plaza Alberdi, como una
sala de recibimiento de los trenes arribados del norte y de Buenos Aires a la
estación Mitre, se convertía en una colmena humana y ese gentío colmataba
además los hoteles y confiterías de la zona. Allí El ciego y su hijo desplegaban
su arte popular. Noches los vieron en ‘Los cuatro seis’, una parada de taxis;
en "El 55", emblemático bar donde dos hermanos salteños, insomnes y desaplicados
estudiantes universitarios compusieron, sin medir métrica ni mucho menos
repercusión, la magistral chacarera "Del 55", obra que eternizó en una de sus
estrofas, definitivamente, al Ciego Pancho. Los autores de ese emblemático tema
fueron Pepe y Gerardo Núñez.
Y esas mismas noches los
vieron a padre e hijo, cantar a las señoras y caballeros que salían de los
penumbrosos cabarets, salpicados en las calles aledañas a la plaza. Los dos
entonaban zambas y tangos. El niño, Paco, luego de dos o tres canciones
brindadas, recorría las mesas con un platito que a veces rebalsaba de dinero, y
otras regresaba famélico, atesorando pocas monedas.
Pocha nos dice
-Es
por eso que mi hermano Paco conocía tanto la calle, la vida. Él me hablaba de
“las señoras de la noche” y cómo debía tratarlas. Nunca digas, loca, o p…,
porque detrás de cada ser hay un porqué.
Tiempo infausto
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El Ciego Pancho-centro- junto a otros músicos |
La orfandad de los hermanos Quinteros, Pocha y Paco, era
una cruel realidad que a pesar de los esfuerzos del padre, sufrían amparándose
uno al otro. Mientras tanto, El Ciego Pancho trataba de recomponer su vida
aferrándose a cualquier ‘madero de salvación’ que cruzara en su mar de soledad.
Es por ello que cierto día llevó a la casa a una mujer que conocía desde tiempo
atrás. Lejos estaba de imaginar que esa presencia, al tomar el dominio de lo hogareño, martirizaría a sus
hijos, principalmente a Pocha, muchacha que ya había cumplido 15 años.
Lo primero que hizo fue
obligarlo a Pancho a entregar a su dueño la propiedad que alquilaba en la calle
25 de Mayo. Desde ese momento los miembros de la familia vagaron por muchos
lugares, alojándose en pobrísimas casas de la localidad de Lastenia o del
Barrio San Carlos, un vecindario muy humilde de aquellos tiempos, cercano al sitio conocido
como ‘La Mago’.
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El Ciego Pancho y su hijo Paco Quinteros |
Pero la relación de esta
mujer con la jovencita se agravó hasta llegar a la violencia y Pocha,
desnutrida y maltratada físicamente, buscó refugio en la casa de una
parienta.
Por esos días ocurrió que "El Ciego Pancho" y su malvada pareja se fueron a Buenos Aires, de donde él
regresó tiempo después, solo. Cabe el decir que ese viaje fue costeado con el
dinero de la venta de los muebles y hasta de los instrumentos del músico.
Así recuerda Pocha:
-Cuando
vivíamos en la 25 de Mayo mi papá tenía tres guitarras, un contrabajo, tonete,
ocarina, una flauta alemana que le habían regalado; le vendió todo. Hasta le
empeñó la medalla de oro que le dio LV7. En Buenos Aires él cantaba en la calle
y pasaba el platito.
Después
logró zafar de esa mujer y regresó a Tucumán. Cuando lo vi le di un abrazo y
sentí que en el bolsillo traía el platito de juntar monedas. Ahí mismo se lo
saqué y lo tiré lejos.
Como un alumno rebelde
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Dibujo de El Ciego Pancho |
Cuando El Ciego Pancho
regresa a Tucumán luego de su complicada estadía en Buenos Aires, se enfrenta a
una realidad que lo aflige: no tiene un sitio dónde vivir. Es entonces cuando
interviene el conocido cura ‘Lalo’ Silva quien habla con la directora de la Escuela Para Ciegos de la calle Moreno, a la que le pide que le permitan alojarse
allí. La docente accedió a la petición del sacerdote y Francisco Quinteros tuvo
un techo para cobijarse.
Pero esa solución duró
poco tiempo. El músico quería seguir gozando de su libertad de siempre y eso le
trajo complicaciones.
Su hija Pocha cuenta
-¿Qué
hizo mi Papá durante ese tiempo? Como la escuela estaba cerca de El Bajo, los
empezó a sacar a los cieguitos que no tenían familia y nada sabían de la calle,
los llevaba a El Bajo, les daba sendos tragos y los devolvía machaditos ya entrada
la noche. La cosa se descubrió porque los dormitorios estaban en un primer piso
y como los pobres ciegos no podían subir, totalmente ebrios, se quedaban
dormidos al pie de la escalera.
La
directora me llamaba y me decía: Mire señora, su papá es un caballero pero es
una lástima que tome. Ahora los saca a sus compañeros y los trae bebidos. Se
imagina, esto es un colegio, no puede ser. O sea que lo demandaba como si mi papá
fuera un alumno rebelde.
De casa en casa
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El Ciego Pancho |
Desalojado de la Escuela
para Ciegos, Francisco Quinteros haya refugio en la calle Corrientes 1600,
domicilio de su amigo ‘El Negro’ Moreno; un taxista que al culminar su trabajo
montaba en una enorme motocicleta y salía a pasear por la ciudad.
Albergado El Ciego en su
casa, El Negro lo convirtió en su acompañante y, a pesar de la excesiva gordura
de Pancho -tenía talle 60 de pantalón- se daba mañas para trasladarlo en ese
vehículo de dos ruedas. Es importante el decir que El Negro Moreno fue quien le
gestionó al músico una jubilación por tantos años de actuación en la
radio.
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El Ciego Pancho abrazando a sus nietos Daniel
y los gemelos Luis Fernando y Luis Esteban
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-Después
se mudó a la casa de una comadre. Eso ocurrió porque a esta mujer se le murió
un yerno y al no tener donde sepultarlo, lo depositó al féretro en el monumento
de mi mamá, en el Cementerio del Norte. Entonces, por agradecimiento, le dio a
mi padre una habitación en su vivienda de la calle general Paz al 1200.
Luego
lo traje a vivir en la escuelita Niño Jesús de Praga, donde yo trabajaba. Allí
nos dieron una prefabricada que era del cura. De ese modo volvimos a estar
juntos, mi papá, Paco y yo. Después Paco se fue a Comodoro Rivadavia y quedamos
los dos. Cuenta Pocha.
De ‘caederos’ y músicos
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El Bajo |
Porque anhelamos que este relato
trascienda su condición de obra literaria para leer y se convierta con el tiempo en material de consulta para
buceadores de lo popular, anotamos aquí el nombre de algunos de las
confiterías, conocidas también como bodegones o más vulgarmente ‘caederos’,
donde El Ciego Pancho desplegó su arte tanguero y criollo.
A la vez, sumamos a los
músicos que junto a él aportaron al Tucumán de antaño un valioso pentagrama de
cultura nacional, verdadero cimiento de
identidad desde donde siempre debemos edificarnos.
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Hacia El Bajo por calle 24 de Setiembre |
Dejamos claro que nos fue
imposible el armar estos datos con exacta cronología. Sí damos algunos nombres
de sitios y personas que fueron actores de las décadas de 1930 y 40.
El Olivito: un caedero de
la zona de El Bajo; de cuando la ciudad estaba empedrada; bodegón donde los
parroquianos dejaban propinas de 10 y 20 ctvs.
El Guardia: otro reducto
de El Bajo. Ahí El ciego Pancho tocaba con Juan Stivel, un bandoneonista no
vidente como él.
Bar Risco: ubicado en la
ochava noreste de las avenidas Nicolás Avellaneda y Benjamín Aráoz.
Don Juan Marchón: confitería
también ubicada en la zona de El Bajo, cerca de la ex terminal de ómnibus.
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Antigua garita en el Bajo |
La Chuña y El medio pulmón:
dos bodegones de la calle José Colombres donde cantaba Pancho junto a su amigo
Freites.
Rememoramos el cuarteto
formado por El Ciego Pancho, en guitarra; Juan Stivel, en bandoneón; Adolfo
Ferro, en violín; Pedro Salcedo, en piano. Grupo que alegró las noches de la
zona de la plaza Alberdi.
Recordamos los excelentes
acompañamientos que estos músicos hicieron a cantores como, Roberto Quiroga,
Agustín Irusta, Aldo Campoamor, ‘El Negro’ Mostajo, dúo de las hermanas Verón,
el peluquero cantor Eduardo González.
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El Ciego Pancho acompañando a cantores y músicos tucumanos |
La crónica también habla
de cuando El Ciego Pancho acompañó a la todavía anónima Gladis Osorio, aquella
muchacha morena que luego retomó su nombre verdadero, Mercedes Sosa.
Haciendo un trabajo de docencia supo armonizar al dúo
Vera-Molinaque, dupla cuya fotografía estuvo varias veces en las tapas de la
desaparecida revista ‘El alma que canta’.
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Crónica del homenaje que se le hizo al Ciego Pancho |
Homenajes
Cuando corría el año 1985, el Centro Cultural San Martín,
Buenos Aires, se colmó de música norteña y especialmente tucumana, al
desarrollarse un espectáculo que se llamó ‘Entre Duendes y Coplas’. Los comprovincianos
que nos representaron fueron: Rolando "Chivo" Valladares; el catamarqueño y tucumano
por amor, Luis "Pato" Gentilini; Tomás ‘Tomacho’ Gray, exquisito intérprete del
violín; ‘Pepe’ y Gerardo Núñez; los hermanos Nieva; y Eduardo Cerúsico, un
pianista de solvencia.
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"Panorama artístico" del diario La
Gaceta anunciando la muerte del Ciego Pancho |
Esa mágica noche de buen
folklore tuvo un espacio para homenajear a El Ciego Pancho, el que emocionado
escuchó dos chacareras que lo nombran: ‘Para El Ciego Pancho’, interpretada por
su autor, Eduardo Cerúsico, y ‘Chacarera del 55’, de autoría de los Núñez
quienes la cantaron a dúo.
Otro reconocimiento
ocurrió cuando se editó el Long Play -disco larga duración- con canciones de
los hermanos Núñez, donde está inserta la chacarera del 55. El Ciego Pancho fue
padrino de esa placa grabada.
Francisco Daniel
Quinteros, el inolvidable Ciego Pancho, se fue a mejorar la música celestial de
ángeles y santos, el miércoles 6 de junio de 1991. Recién tenía 78 años. Doña
Carmen quinteros, su madre, falleció de 107 años.
Astilla
de un mismo palo
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Paco Quinteros |
La senda cancionera que abrió Francisco Daniel Quinteros,
El Ciego Pancho, le mostró a su hijo, al inolvidable Francisco
"Paco" Quinteros, el paisaje cultural
que debía seguir. Y el discípulo fue respetuoso con ese camino. Pero, aunque no
dudamos de que algunas veces visitó, con una guitarra, los boliches que su
padre cubrió de floreos, su derrotero fue distinto.
Convertido ya en solista,
ya como integrante de dúos y cuartetos, Paco Quinteros probó las mieles del
aplauso en diversos escenarios, de festivales, peñas y otros espectáculos
populares tucumanos y del país.
Hacer una semblanza de su persona,
es decir que era un tipo amable, educado y de excelente ánimo. Rodeado de
amigos de la vida y otros del arte, recorría la ciudad nocturna guiado
acertadamente por su instinto, nochero como él. Jamás una trifulca lo tuvo como
participante y hasta se puede decir que era un componedor de diferencias.
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Los gemelos Quinteros apodados "Mundi y Alito" porque nacieron en 1978, el día del partido de futbol Argentina -Perú |
Merece un comentario aparte el repertorio de chistes del que hacía gala en sus
presentaciones artísticas.
Cierta vez anduvo por
Famaillá, eso fue hace más de 30 años. Allí lo flechó una joven llamada Cristina
Heredia, cantora de voz dulce y lánguida mirada que casi, casi, lo convierte en
sedentario marido. Con ella concibieron tres hijos: Daniel Guillermo, nacido en
1977; y los gemelos Luis Fernando y Luis Esteban, llegados en 1978. Aquella
estadía famaillense de Paco, ya casado con Cristina, colmó de música la casa,
pues, el grupo "Los Albileños", del que formaba parte, eligió ese lugar para
ensayar un repertorio folklórico pleno de identidad tucumana.
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Siempre atrás de una
guitarra
La vocación de Paco Quinteros siempre fue clara. Su corazón y su cabeza se
inclinaron hacia la música y nadie pudo torcer su decisión. Reclamado por su
sino, abandona Famaillá sabiendo que su mujer, Cristina, protegería a sus hijos
y regresa al libre camino de la creación y la expresión artística.
En una gira por Buenos
Aires otra mujer invade sus sentimientos. La agraciada se
llamó Serafina Pérez Casas, ‘La negrita’; oriunda del sur del país, de Comodoro
Rivadavia.
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19 de diciembre de 1978, La Gaceta-Paco Quinteros recibe en representación de "Los Albileños", el "Sulky de Oro" en el 6º Festival del Sulky en Simoca. |
La relación tuvo sus
prolegómenos y cierto día Paco se radicó en las frías tierras del sur. Pasado
un tiempo fundaron un modesto negocio que paulatinamente comenzó a crecer. Ya
con cierta solvencia, Paco invitó a su familia a celebrar un Fin de Año en su
casa de Comodoro Rivadavia y hacia allí partieron: Su padre, El ciego Pancho;
su hermana Pocha, nuestra entrevistada y los hijos famaillenses del
cantor.
Una de arena, otra de sal
Sí, comenzamos por la de arena porque es la crónica menos
ácida. Pocha, su hermana, habla de Paco y se emociona. Son tantos los gratos
recuerdos que guarda de él, que notamos en sus palabras los requiebros de quien
mezcla felicidad con angustiosa nostalgia.
-Mi
hermano y La negrita se amaban. En Comodoro Rivadavia abrieron una agencia de
quiniela. Trabajaban de la mañana a la noche. Además él se hizo de buenos
amigos; siempre lo invitaban a cantar.
Cuando
le dije a mi papá que si se animaba a viajar al sur en avión, pues pasaríamos
el Fin de Año junto a Paco, mi viejo me dijo: ¡Sí, meta! Para él era toda una
aventura. Cuarenta y cinco días estuvimos allí. Todos los gastos corrieron por
cuenta de mi hermano. La negrita alquiló un auto y nos hizo conocer. Paco no
tenía vehículo porque decía que guardaba dinero para hacer algo en Tucumán;
jamás se acostumbró a vivir ahí.
La de sal
-Cierta
vez mi hermano le prestó tres cheques a un amigo que debía hacer operar a una
hija. Y a pesar de que La negrita le decía: No, Paco, prestale uno sólo, él
estaba feliz por poder ayudar a esa persona: Ya vas a ver, le decía a su mujer,
la vida nos dará el doble. Este ‘amigo’, que también tenía negocio, nunca le
devolvió el dinero y ellos se ‘vinieron a pique’; no pudieron volver a levantar
cabeza. En ese tiempo manejaban mucha plata. ¿Saben qué los distanció hasta
causar la separación? La economía. El error que cometió Paco al prestar esos
cheques. Mi hermano con La negrita no tuvo hijos.
El
epílogo
Acaecida la separación de La negrita y Paco, ella permaneció en su Comodoro Rivadavia natal y él regresó a Tucumán. Aquí buscó amparo en la casa de la calle Uruguay al 2000, donde su padre y Pocha, su hermana, lo esperaban. Por entonces El Ciego Pancho ya había abandonado sus actuaciones públicas a pedido de su hija.
Cuando todo parecía normalizarse en la vida de la familia, una noticia volvió a conmoverlos: La Negrita, gravemente enferma, reclamaba el verlo. Los sobrinos de ella le enviaron los pasajes y Paco respondió a ese llamado. Todo fue muy rápido. Serafina Pérez Casas, La negrita, esperó su llegada y murió.
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Julio Olmos y Paco Quinteros armaron el "Dúo Paco'lmo", canta- autores de 13 temas folklórico tucumano. |
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Dúo Paco'lmo |
"Paco" Quinteros no solamente fue intérprete, sino que también creó, entre otras, la música de la “Chacarera del cura Amado” junto al poeta de Villa 9 de Julio Miguel Hynes, quien es autor de la letra. Además compuso 12 temas editado en un CD, con letras del mismo poeta, dedicado a su padre, el Ciego Pancho, trabajo titulado "Elegías de Pancho".
Chacarera del cura Amado
Letra: Miguel Hynes Música: Paco Quinteros
Qué vas a
hacer cura gaucho
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"Paco" Quinteros junto al poeta Miguel Hynes |
si al llegar
al cielo vieras,
que no hay
ni riñas de gallos
y no hay
carreras cuadreras.
Tu Cristo es
el de Canaá
que al ver
al novio afligido,
para que
siga la farra
del agua
hizo el mejor vino.
Por estar
junto a tu pueblo
mientras los
otros callaban,
en los
tiempos de la muerte
dejaste tu
tierra amada.
Estribillo:
En algún
lugar del cielo
El ciego
Pancho te espera,
te está
guardando un vinito
que hacen en
la patria eterna.
Cantarán los
angelitos
con ritmo de
chacarera.
Qué bien que
te bautizó
el que te
pusiera Amado,
un destino
manifiesto
te diera
Dios desde chango.
No te
importan los honores
no soñaste
en ser obispo,
sólo te
interesa el rojo
cuando se
trata del tinto.
Aunque
quisieron mandarte
a un lugar
donde no estorbes,
tu sitio
será por siempre
el corazón
de los pobres.
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Crónica del diario "El Siglo" recordando al inolvidable Paco Quinteros |
Pasados los años, luego de la partida de El ciego Pancho en 1991, el destino asestó otro duro golpe a la familia. En la vivienda de calle Alfonsina Storni al 100, donde Pocha, su marido Pedro Antonio Paz y Paco, compartían los días, la muerte, artera e imprevisible, penetró con su guadaña cegadora para llevarse, en un santiamén, al querido Paco Quinteros. Eso ocurrió el 1º de noviembre de 2009. El cantor tenía recién, 59 años.
Corazón maternal
Tránsito del Carmen Quinteros, Pocha, es una mujer de gestos amables y proceder de buena anfitriona. Además, a lo largo de toda la entrevista que le realizamos en su casa, su voz pausada y sin estridencias parecía quebrarse cada vez que nombraba a su padre o a su hermano. Tiempo después, al volcar su historia familiar en los renglones de este relato, creemos entender el porqué de su constante congoja.
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Tránsito "Pocha" Quinteros, nuestra entrevistada,
junto a su esposo Pedro Antonio Paz |
Ella, desde corta edad, asumió el papel de madre de aquellos dos hombres que fueron El Ciego Pancho y Paco, o Paquito, como lo llamó repetidas veces a su único hermano. Es probable que siempre haya visto a su padre ciego como a un ser desvalido, frágil, o propenso a correr grandes riesgos cuando se enfrentaba a la noche de los bodegones de El Bajo. Igual empeño ponía con Paco, un muchacho franco y de una nobleza rayana en la inocencia, al que debía proteger. Pocha, conmovida por esa, su personal visión de la realidad, se convirtió mientras crecía, en una amorosa ‘guardadora’ de sus dos seres más cercanos y queridos.