Canción inicial

Canción Inicial
Argentina, territorio entregado al porvenir desde tus quebradas norteñas hasta el Cabo de Hornos; promisorio escenario donde forjar una nueva vida; útero abierto al nacimiento de las mil diversidades étnicas; madre nutricia; miel; calostro...
¡Cuántas alabanzas mereces en tu bondad y en tu gesta moral,
Patria mía!...
Por tus caminos otrora polvorientos, insinuados al hollar de carretas y pezuñas; ralo pastizal; poblado monte; de norte a sur; de sur a norte, venían nuevos hijos a gozar de tu hermosura femenina; a rodearte con sus brazos y poblar tus anchos hombros y tu cabeza; tu cintura en cinta; tus pies de bailarina reconcentrada; altiva y reconcentrada.
Todo en vos fue regazo:
Buenos Aires, que aunque niña pobre, ya coqueta.
Patagonia, viento-médano, soledad transmutada en idiomas y vocinglería.
Norte indómito; callado; páramo al pie del Ande. Y el mar verde en la llanura, a la entrada de los cerros:
Tucumán de la mecidas selvas, gleba feraz; idílico amor del viajero que detuvo su paso ante el prodigio.
Hoy regreso sobre aquellos rastros que esculpieron tantos hombres, ¡tantos!. Voy a encontrarme con los antiguos rostros; rostros de arrugas oscuras, nobles; rostros donde los ojos, aun abiertos al asombro, nos miran, aunque un puñado de tu savia haya caído sobre ellos.
Néstor Soria

Foto de Néstor Soria

Foto de Néstor Soria
Redacción: Poeta y escritor Néstor Soria

Imagen de Ana Lía Madrigal

Imagen de Ana Lía Madrigal
Investigación, entrevistas e ilustración: Ana Lía Madrigal

viernes, 7 de diciembre de 2018

LOS BECHARA EN VILLA 9 DE JULIO



 Redacción: Néstor "Poli" Soria
Entrevistas, recopilación y armado: Ana Lía Madrigal



 Expulsados por la guerra


Inmigrantes llegando al puerto de Buenos Aires
Desde épocas inmemoriales y hasta la mitad del siglo XX, las guerras mundiales y muchas otras divergencias entre pueblos tuvieron en vilo a la paz del planeta. El Medio Oriente, con su lejanía, no permaneció al margen de estos flagelos. Es entonces cuando el Líbano por ejemplo, comenzó a expulsar a su gente, generalmente aldeana, la que buscó protección en tierras menos violentas.


En 1922, la libanesa María Busnader pisó suelo argentino trayendo con ella a sus dos hijos, José y Pedro Bechara. Su marido, por entonces un soldado que servía a la patria, no pudo acompañarla por hallarse en las trincheras combatiendo contra los franceses que en 1920 habían tomado el territorio libanés. 
María Busnader

Un dato realmente triste nos dice que María y su hombre nunca volvieron a verse. 
Ya en Buenos Aires, María y los dos muchachos encontraron albergue en el domicilio de otros paisanos suyos. De inmediato los jóvenes consiguieron trabajo y sabemos que Pedro, el menor y quien llegó al país con 14 años, se empleó como niquelador en una fábrica de camas.


En tierra tucumana


La ‘gran ciudad’, Buenos Aires, los retuvo aproximadamente diez años. En la década de 1930, José Bechara viaja a Tucumán con el propósito de instalarse y abre una bicicletería en la calle Batalla de Junín al 100.
En 1933, el bicicletero José trae a la provincia a su hermano Pedro, quien ya estaba casado con la española de nombre Inés Uela. Pero la pareja no viene sola. Con ella viajan un primer hijo, Alberto, niño nacido el 22 de agosto de 1932 y doña María Busnader. Arribados a tierra tucumana, los recién llegados se albergan en la avenida Juan Bautista Justo al 900, plena ‘esquina Norte’, ocupando una vivienda de dos habitaciones que había adquirido tiempo atrás José, el primero en venir. En esa dirección los hermanos Bechara abren una bicicletería que es a la vez taller de reparaciones y donde Pedro muestra sus habilidades de soldador, oficio que aprendió en aquella fábrica de camas niqueladas. El taller tenía como vecinos, al norte, el club Redes argentina y al sur el Bar Reinés, ochava este de Esquina Norte.
Pedro Bechara, Inés Uela,María Almaraz, Carlitos
Álvarez y Elba Álvarez, esposa de Juan Carlos Bechara,
 en el club Redes Argentinas -Año 1959

Alberto Pedro Bechara nace en 1932
primer hijo de Pedro Bechara y Inés Uela


















El apellido en la provincia


 Del matrimonio Bechara-Uela nacieron en la ‘esquina Norte’ otros hijos: Lidia Ángela, el 5 de julio de 1934; Juan Carlos, el 14 de junio de 1936; José Eduardo, el 18 de enero de 1940; ellos se suman al niño nacido de la pareja en Buenos Aires, Alberto, el mayor del grupo.     
Alberto, Juan Carlos, Lidia Ángela y José Eduardo Bechara

Alberto Bechara


Dispuesto a continuar con la venta y reparación de bicicletas, Pedro comienza a pagarle por el uso de la propiedad de avenida Juan Bautista Justo, un alquiler a su hermano. A la vez, empeñado en vivir con mayor comodidad, fue agregándole a esa casa una habitación-cocina, decoroso baño, cerró un pasillo e instaló allí el local de trabajo al que llamó ‘Bicicletería Bechara’.



Su hijo, Juan Carlos, apodado ‘Bocha’, nos cuenta que el negocio de su padre estaba lleno de bicicletas usadas, llantas y ruedas por doquier, el infaltable inflador y cientos de accesorios del rubro, artículos que tapaban inclusive el frente de la vivienda. Es indudable que don Pedro tenía una cartera de clientes numerosa. Mientras tanto José, su hermano mayor, ubicado desde su llegada a Tucumán en la calle Batalla de Junín a la altura del 100, o sea, en el centro de la creciente ciudad, gozaba con su negocio de una prosperidad envidiable. En la década de 1950 había logrado tener venta por menor y mayor de tan popular vehículo. Su solvencia le permitió comprar la propiedad que ocupaba y en la parte alta de la construcción albergó a su esposa e hijas, sin desproteger a doña María Busnader, su madre, inmigrante libanesa que jamás pronunció una palabra en castellano y falleció a los 106 años de edad, en 1960. El sólido comerciante, José Bechara, expiró en la década de 1970 dejando a su familia en una buena posición económica. Su sobrino, ‘Bocha’, nos cuenta que actualmente sus primas viven en el piso superior de la construcción y al local que ocupó el negocio, en la planta baja, lo alquilan. 


En cuanto al final de don Pedro Bechara, su hijo, nos contó:

-Mi padre fallece el 29 de julio de 2008, tenía 91 años; hasta los 80 años andaba en bicicleta, el médico nos pidió que le quitemos la bici porque si se llegaba a caer no íbamos a poder armarlo; ¿sabe lo que nos costó quitarle la bicicleta? Mi madre, Ines Uela, falleció el 5 de julio de 1980 a los 70 años.


La renovación del apellido
             
        Juan Carlos, o mejor ‘El bocha’ como lo conoce el barrio, ya es un joven y exhibe orgulloso el título de Técnico ferrocarrilero, otorgado por la escuela que funciona en los Talleres ferroviarios de Tafí Viejo.   
Su juventud y ese diploma tan apreciado en esas épocas, lo llevan a tomar la natural decisión de casarse. Aunque no nos lo dijo, una niña vecina ya ocupaba sus pensamientos y él debía jugar esa carta de adulto.
En 1958, Elva Álvarez, hija del bochófilo de Redes Argentinas, ‘Busa’ Álvarez, pronuncia el emocionado sí frente al altar de la iglesia de la Merced.










En realidad ‘Bocha’ estaba confiado en su seguridad económica a futuro. Leamos lo que nos dice:

-Los talleres de Tafí Viejo, durante el gobierno de Perón, nos pagaban un sueldo mientras estudiábamos. Al recibirnos, ya sea como carpintero o técnico mecánico como yo, automáticamente nos daban trabajo, pues, a los tres años de estudio uno quedaba efectivizado, gozando inclusive de los aportes jubilatorios. Luego obtuve el título de Técnico ferrocarrilero.   
Con el paso del tiempo fui encargado, inspector; me mandaron cinco años a Salta, desde 1968 al 73; después regresé y trabajé en la estación del Bajo.
Cuando cerraron todos los talleres me quisieron trasladar a Buenos Aires, pero no acepté; ya que mi señora estaba muy enferma. Por esa negativa me indemnizaron. Tenía 29 años de ferroviario. Entonces entré a trabajar en el sanatorio Ados; ya había cumplido 46 de edad; por ascensos llegué a ser administrador. Pero Ados también cerró en 1995. A pesar de ello seguí en ese lugar cuidando los equipos, evitando que se deterioren. En 2006 el edificio fue comprado por el gobierno. Yo llegué a jubilarme.

Una retrospectiva

En paralelo a sus ocupaciones, ‘Bocha’, nuestro entrevistado, obviamente tiene una historia familiar.
Entre tantas cosas nos cuenta  que por allá de1959 o 1960 se fue a vivir con su esposa al pasaje Leonardo Rosales, a la altura de la numeración 1000, o sea, en Villa Urquiza, cerca del paso del tren a Tafí Viejo,  próximo a la parada llamada ‘El empalme; para tomar allí el tren que lo llevara a su trabajo.
Del matrimonio Bechara-Álvarez nacieron tres hijos: Juan Carlos, el 5 de junio de 1960; Víctor Daniel, el 5 de julio de 1961; Graciela del Valle, el 11 de enero de  1965.












-Todos mis hijos se criaron a la par de su abuela en la esquina Norte. Resulta  que en especial los domingos solíamos comer con mis padres en esa casa. Mi madre elaboraba los fideos y preparaba la salsa. Era algo sagrado la costumbre de reunirse en familia. Allí estaban mis hermanos y hermanas con sus proles. Para ser honesto debo decir que a esa hermosa costumbre la tuvieron casi todos los vecinos de Villa 9 de Julio. Eso ya no existe.

-Mi señora falleció aquejada por un cáncer de mamas hace 17 años, el 13 de abril de 1993; tenía 56 años. Luchamos unos diez años con la enfermedad. Ella fue docente.

N/R: Quienes cumplimos más de diez lustros de vida, probablemente escuchamos o pronunciamos alguna vez el apellido Bechara, ya que su inserción en el medio comercial y también en el ambiente del básquetbol de la provincia, fue muy sólida.  




De abajo para arriba, de isq a der, Coronel, J.C. Bchara, Flores,
Albertus, parados-Vega, Delgado, Mendías , Amas, Duarte,
Del Pero, Giménez, Sing, Älvarez
los subrayados eran basquebolistas Redes Argentina





Manos sanadoras 
            Aquella medicina casera a la que solían echar mano nuestros mayores, quedó invalidada por el impiadoso olvido. Hoy es casi un albur el encontrar a un médico ‘yuyero’ o a una ‘sabedora’ de levantar paletillas, curar la ojeadura, o el molesto empacho con sólo una cinta roja y rezos ininteligibles.
Inés Uela, madre de nuestro entrevistado, Juan Carlos Bechara, tenía condiciones de sanadora:

-Cuando con mis hermanos nos íbamos a la escuela Roca, la de la calle 25 de Mayo, mi madre nos encargaba que le juntáramos azahares. Ella preparaba la famosa agua de azahar  y nos daba a tomar. Otras veces nos mandaba al parque 9 de Julio a traer hojas de eucaliptos para hacer vahos.
A veces ella nos hacía acostar, tomaba el vasito de las ventosas, lo rozaba en su interior con un algodón encendido y nos lo colocaba. En muy pocas oportunidades asistíamos al médico.
Además curaba la ojeadura, la paletilla, el empacho. Eso les enseñó a mi hermana y a mi mujer.
Cualquier enfermo que llegaba a casa ella atendía.

Como un hecho sobresaliente de esas habilidades, ‘Bocha’ recuerda que una vez golpeó a la puerta de su casa una mujer con su niño en brazos. Doña Inés escuchó el relato de esa madre, que desesperada buscaba su auxilio pues los médicos le habían dicho que nada podían hacer por la criatura.
‘La sanadora’ tomó al niño y comenzó a rezar en voz muy baja. Al finalizar sus oraciones miró a la mujer y le dijo:
-Debemos buscar a alguien que me ayude, a este mal no lo puedo curar sola.
De inmediato se fueron las dos, llevando al niño para el lado del cementerio del Norte. Ahí, junto a otra mujer lo curaron.

-Hasta el día que murió mi madre este muchacho, ya grande, casado, le llevaba regalos de agradecimiento. He visto a mucha gente que iba a buscarla; eso ocurría a cualquier hora; a veces de madrugada.

Dicen los que entienden del asunto que si alguien quiere recibir estos dones, sólo los conseguirá el 24 de diciembre a la noche. Eso no significa que todos puedan atesorarlos. Misterios de la sabiduría popular...





Accidente fatal

            Los famosos Talleres ferroviarios de Tafí Viejo, aquellos que durante muchos años jerarquizaron a la actividad ferrovial del país, absorbía a una importante masa obrera y de técnicos residentes en la ciudad de Tucumán y por lo general radicados en Villa 9 de Julio; sitio donde preferían vivir ya que se encontraba al paso de ‘El obrerito’, afectuoso nombre con que fue bautizado el corto tren que los llevaba a sus labores y a una determinada hora los regresaba a sus hogares. 
Los antiguos pobladores de Villa 9 de Julio aun recuerdan lo que cierta vez les sucedió a los pasajeros del convoy, en oportunidad de una manifestación política.

Juan Carlos Bechara ‘Bocha’, así lo cuenta:


-De estudiante yo tomaba el tren en avenida Juan B. Justo y calle España. Estaba haciendo la carrera secundaria de Técnico ferrocarrilero en los Talleres de Tafí Viejo; ahí me recibí. La parada más cercana a mi casa era la llamada ‘El mercadito’, lugar donde, a las cinco menos cuarto de la mañana, subía mucha gente.  
En el año 1955, estando en los talleres, junto al personal que allí trabajaba me enteré de que había renunciado Perón. Todos salimos con la decisión de venir a la ciudad y manifestarnos a favor del presidente en la plaza Independencia.
Subimos a “El obrerito”, un coche chico con puerta en el medio que se llenó enseguida pues a ese viaje se sumó la gente que vivía en Tafí Viejo. O sea que se multiplicó varias veces el número de pasajeros. Los que ya no cabían en el interior del coche optaron por treparse al techo del vagón y así el tren se puso en movimiento.
Cuando llegamos al empalme, en Villa Urquiza, que es desde donde comenzaban a cruzar los cables del trolebús por sobre de las vías, el maquinista de apellido Gelsi, un radical, primo de quien fue gobernador, les indicó a los que viajaban encaramados en el techo, que ante la presencia de esos cables, extendidos en varios sectores de cruces, él haría sonar el silbato del tren para que se agacharan.
Esa práctica venía siendo eficaz. Pero nadie sabe qué pasó cuando el convoy llegó a la calle Rivadavia. Ahí se produjo la catástrofe. Los cables tensos del servicio de trolebús arrastraron a la gente tirándola sobre las vías de aquel tren en movimiento, cercenándoles piernas, brazos, torsos y hasta cabezas. El recuento de fallecidos sumó 8 personas. A mí me apenó mucho el caso de un muchacho Rossi, dicen que se casaba el sábado siguiente. Como era pesado por lo gordo, el cable lo tiró contra el vagón y al cortarse salió disparado como un enorme látigo dándole en la cara a un señor que estaba parado en la esquina. Rossi murió allí. Aquel que recibió el azote quedó marcado por muchos años.
Media hora después de ese terrible accidente nos enteramos de que Perón había retirado la renuncia.


Recuerdos de ‘El Bocha’

-A mi me pusieron ‘Bocha’  porque a la hora que me buscara mi padre yo estaba en Redes Argentinas, ayudando a marcar las canchas de esa disciplina. De ahí me sacaba a latigazos. 

-Nunca trabajé en la bicicletería. Mi hermano mayor está desde los 8 años con mi padre en el taller. Alberto cumplió en agosto 78 años.



-Al poco tiempo de llegar mi padre a Tucumán se hizo de amigos y con ellos fundó un club al que llamaron Boca Juniors. Él fue presidente. La sede era una prefabricada enclavada en un baldío al frente de donde estaba el club Sportivo Guzmán, equipo que no existía comparado con Boca Juniors. De allí salieron muchos jugadores de fútbol que luego revistaron en Atlético Tucumán, por ejemplo el ‘Buchino’ Juárez.

-Mis hermanos y yo jugábamos al básquetbol en Redes Argentinas. Ese club salió campeón en 1959 y 1960. Al equipo lo formaban: Felipe Fernández; el doctor Palazzo; mi hermano   menor, José; un muchacho que trabajaba en el banco de apellido Luna; mi hermano mayor, Alberto. Después empezó a venir mucha gente del fútbol, del club Sportivo Guzmán; ya no se podía jugar al básquetbol. Además el dueño del predio, Javier Gandur, al que le decían ‘El turco Yebe’, pedía que le devolvieran el local.

-Mi hermano José Bechara, el más chico, hizo algunos años de colegio secundario, pero como jugaba tan bien al básquet lo llevó el club Estudiantes y le dio trabajo.

-En la esquina, a la par de la bicicletería, estaba  el bar de los hermanos Juan y Gabriel ‘Nene’ Reinés; en la esquina del bar Reinés había parada de coches de plaza. Por el frente pasaba el tranvía. La línea k  de colectivos circulaba por esquina Norte.

-En la esquina Norte  teníamos de vecinos, al sur, el bar Reinés y para el norte a una familia Ruiz, gente que tenía campos de madera en las provincias de Chaco y Corrientes, vendía rollos. Un día este hombre viajó con el chofer a traer una carga, pero se mató al volcar el vehículo.
Al norte de la casa de los Ruiz, estaba ‘Fotos Balsamo’, de los hermanos Balsa. Ellos vivían con la madre hasta que se casaron.
Seguía en la cuadra la librería Fernández, del padre del famoso jugador de básquet de Redes Argentinas y luego de combinado argentino, al que le decían ‘Yuco’ Fernández.

-Con el tiempo la casa paterna se vendió y mi hermano se instaló con su bicicletería en la calle Villarroel, frente a la plaza Evita. Hoy tiene 78 años y no quiere abandonar el oficio.




 

 



Calle Villaroel en villa 9 de Julio


-La fiesta más grande en el barrio sabía ser la del 9 de Julio. Organizaban  carreras de bicicleta; los competidores iban por la avenida Juan B. Justo hasta la calle Méjico y regresaban por Rivadavia. Pasando la vía, entre las calles España e Italia se hacían quermeses.



-En esquina Norte también fueron famosas las retretas. Los domingos ponían parlantes en las esquinas y difundían música. La gente se paseaba por las anchas platabandas o por las veredas. Eran todo muy familiar.

-El policía que custodiaba la esquina Norte se llamaba Gaspar; lo mandaban de la comisaría 1ra., seccional que tenía jurisdicción hasta esa esquina; desde la vía y hacia el norte le correspondía a la comisaría 5ta.
Gaspar no faltaba nunca a sus guardias. Aquí no surgían problemas. Hoy es distinto.

-Los carnavales infantiles y para mayores que organizaba Redes Argentinas fueron famosos por los hermosos disfraces que confeccionaban los propios vecinos. En torno a unas mesas de lata los adultos esperábamos sentados a que nos atienda el mozo; los niños mientras tanto jugaban mojándose con pomos y arrojándose papel picado, alrededor de la cancha de básquetbol o en las tribunas. Allí vendían el agua en envases de cerveza. Algunos varones ingresaban al club, envueltos en una cámara de bicicletas infladas con agua al máximo, que hacía la función de manguera, por donde el líquido salía con mucha presión. Las mujeres traían de sus casas, en bolsas para ir al mercado,  las bombas infladas con agua. El animador era un locutor de LV12 de apellido Aguilar, vecino de la zona. A veces cantaba Mercedes Sosa con otro nombre.





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