Canción inicial

Canción Inicial
Argentina, territorio entregado al porvenir desde tus quebradas norteñas hasta el Cabo de Hornos; promisorio escenario donde forjar una nueva vida; útero abierto al nacimiento de las mil diversidades étnicas; madre nutricia; miel; calostro...
¡Cuántas alabanzas mereces en tu bondad y en tu gesta moral,
Patria mía!...
Por tus caminos otrora polvorientos, insinuados al hollar de carretas y pezuñas; ralo pastizal; poblado monte; de norte a sur; de sur a norte, venían nuevos hijos a gozar de tu hermosura femenina; a rodearte con sus brazos y poblar tus anchos hombros y tu cabeza; tu cintura en cinta; tus pies de bailarina reconcentrada; altiva y reconcentrada.
Todo en vos fue regazo:
Buenos Aires, que aunque niña pobre, ya coqueta.
Patagonia, viento-médano, soledad transmutada en idiomas y vocinglería.
Norte indómito; callado; páramo al pie del Ande. Y el mar verde en la llanura, a la entrada de los cerros:
Tucumán de la mecidas selvas, gleba feraz; idílico amor del viajero que detuvo su paso ante el prodigio.
Hoy regreso sobre aquellos rastros que esculpieron tantos hombres, ¡tantos!. Voy a encontrarme con los antiguos rostros; rostros de arrugas oscuras, nobles; rostros donde los ojos, aun abiertos al asombro, nos miran, aunque un puñado de tu savia haya caído sobre ellos.
Néstor Soria

Foto de Néstor Soria

Foto de Néstor Soria
Redacción: Poeta y escritor Néstor Soria

Imagen de Ana Lía Madrigal

Imagen de Ana Lía Madrigal
Investigación, entrevistas e ilustración: Ana Lía Madrigal

sábado, 1 de diciembre de 2018

LOS DUMIT EN VILLA 9 DE JULIO

Néstor Soria y Pablo Dumit en  calle Italia de Villa 9 de Julio

Redacción: Néstor 'Poli' Soria- poeta, escritor
Entrevista, armado e investigación: Ana Lía Madrigal
Entrevistado: Pablo Dumit

Cómo conocí a Dumit 
Ernesto Dumit


 Rastrillando el barrio, como quien busca perlas en la arena, pasamos por frente a una casa que a mí particularmente me resultaba conocida. La edificación está en la calle República de Italia nº 536. Aguijoneado por la curiosidad retrocedí sobre mis pasos y pude apreciar en sus paredes unas figuras plásticas, de buen porte, mostrando trazos y colores que también me sabían a vistas. Agucé la memoria por un instante y me di cuenta de porqué esa sencilla construcción me era familiar. ¡Es la casa del pintor Ernesto Dumit! me dije con sobresalto. Eso bastó para que en mi cabeza comenzaran a bailotear escenas vividas, junto al artista, en mis años de soñador aprendiz.
 Conocí a Dumit, ‘El turco’, tal su apelativo de calle, en la década de 1970; un poco antes de que a Tucumán, o mejor al país, las babeantes fauces de una dictadura convirtieran al territorio en el campo de un Armagedón.
Por entonces la ciudad era un muestrario de expresiones artísticas. Jóvenes barbados y pelilargos, muchachas espigadas luciendo ropa informalísima, todos llegados de diversas latitudes, tapizaban las veredas con artesanías, discos larga duración inhallables en negocios, obras pictóricas y, de fondo musical, pesados rock de la época. Aun no se hablaba de la globalización.
Aquel encuentro con Ernesto se produjo en un inquilinato de la calle Balcarce primera cuadra. El sitio, un viejo sanatorio ya inactivo, albergaba en sus habitaciones a estudiantes universitarios venidos del interior y de otras provincias. Yo tenía arrendada lo que fue la enfermería del nosocomio. Él solía llegarse al lugar a visitar a un artesano, Miguel, muchacho con traza de hippie que tenía alquilada la desmantelada capilla del lugar. 
A Dumit nunca lo vi pintar. Sí admiré parte de su obra, como la maravillosa serie que llamó ‘Línea dorada’, o las formas escultóricas que plasmó en el desaparecido bar El condado. Pero lo que sí se me grabó con indeleble alegría, fueron las noches de conversaciones y guitarra que compartí con él en la apacible vivienda de la calle Italia.
Ahora entraré a la casa por que sé que lo volveré a ver a través del poeta, Pablo, su hijo.
    

Ernesto Dumit, hijo de un soldado libanés 

          Nos dice Pablo que el apellido Dumit tiene su origen en la ciudad francesa de Lyon, pero que su familia se gesta en el Líbano. De la voz de su abuela paterna él escuchó que: 
Pablo Dumit, su abuelo, fue un soldado libanés que luchó en una de las cruentas guerras que enfrentó ese país a inicios del siglo XX - cómo sería de fuerte su patriotismo, que se casó aquí, en Argentina, ataviado con el uniforme de su ejército -.        
El franco-libanés, llamémoslo así, llegó al país por allá de 1920; también por aproximación, su nieto calcula que tendría 20 años.
Su arribo a tierra americana fue la segunda tanda de hermanos Dumit que pisa tan lejana latitud. Anteriormente otros tres ya habían recalado en Tucumán y uno de ellos, el más inquieto según decía su familia, luego de amoríos y procreaciones varias, se mudó a la provincia de Mendoza, perdiéndose un fluido contacto con sus parientes actuales.

Esto nos cuenta Pablo, el entrevistado:    

-Decían que el primero que había llegado era el más inteligente, el que mejor manejaba el castellano, el que más rápidamente se había adaptado. A la vez nos enteramos de que dejó un tendal de hijos en Tucumán y se fue a Mendoza. No recuerdo el nombre pero es el que lleva la otra ‘pata’ de la familia. De hecho, en esa provincia hay otro Pablo Dumit que sé que juega al polo, pero no nos conocemos.

Aquel inmigrante no vino directamente a Tucumán. Su primera escala estuvo en Brasil y desde ahí, acompañado por sus hermanos, inician el acercamiento a Buenos Aires ejerciendo lo que mejor sabían hacer: negocios.
Unos años después, ya en esta provincia, los Dumit son parte activa del novísimo Mercado de Abasto, abierto al público en 1934. Es muy seguro que los viajeros se hayan encontrado con los tres hermanos llegados con anterioridad.

Se casa 

          La vida en el barrio La Ciudadela en la década de 1930, es asombrosamente dinámica, más bien, frenética. De lunes a sábado, a toda hora, el movimiento de sus calles es incontenible y ni la mente, ni el músculo descansan. Sin embargo el puestero Pablo Dumit se da tiempo para ‘entreverarse’ en las partidas de dominó que se disputan en los bares de la zona. El franco-libanés ya es un personaje conocido por todos y seguramente su dicción, mezcla de árabe con castiza, lo convierte en un ser simpático y a la vez gracioso.
Y es justamente ese hablar sazonado lo que atrae a una mujer, o mejor dicho a dos. Su nieto, el poeta, así lo cuenta:     

-Él se casa aquí en Tucumán con una santiagueña de La banda,  María Milán.
Pero antes les cuento algo: Mi abuelo tenía una novia que llevaba una vida liviana. Por entonces conoce en Santiago del Estero a quien iba a ser mi abuela y parece que la primera novia estaba tan enferma que muere.
Y he aquí lo sorprendente. Mi abuela decía que aquella mujer había sido el amor de mi abuelo antes de conocerla a ella. Por esa razón, limpió su lápida y le llevó flores al cementerio hasta que ocurrió su propia muerte. 

Del matrimonio de María Milán con Pablo Dumit nacieron cinco hijos: Ernesto, el 18 de mayo de 1938 - padre de nuestro entrevistado -; Luis; Edmundo; Antonio y René. De ellos ya fallecidos, Luis, Edmundo y lamentablemente el pintor tucumano, Ernesto Dumit.    

Problemas de familia  

          Nadie puede negar aquello de que ‘cada casa es un mundo’. Quien haya creado ese proverbio, axioma o refrán, sabía de lo que hablaba. Un claro ejemplo se da en la familia de la que aquí nos ocupamos.
Aunque no se nos dijo, intuimos que los inmigrantes Dumit habitaban en La Ciudadela una misma vivienda o moraban en cercanía unos de otros. También, y es otra suposición, que los hermanos de Pablo no aceptaban a María Milán, su mujer, o tenían roces con ella.
El hecho es que al fallecer Pablo, en 1948, las tensiones salieron a la luz.

Nuestro interlocutor dice:  

-Cuando muere mi abuelo Pablo los hermanos de él la expulsan a mi abuela María con sus cinco hijos. Entonces ella se traslada a  la calle Lavalle al 500, entre Buenos Aires y 9 de Julio. Mi abuela mantenía a sus hijos cosiendo para afuera.
Como un ejercicio de memoria, mi padre pintó y aun conservamos, el cuadro de la vivienda de la calle Lavalle; se llama “Luz del recuerdo”; en la parte de abajo figura un escudito con el nº de la casa. Según él, en ese cuadro está toda su vida.

 Vocación desde la infancia 
Ernesto Dumit
Ernesto Dumit  decía que vivió una infancia feliz. Seguramente sus pocos años y la permanente abstracción por el dibujo, lo mantenían distraído de cualquier estrechez económica que pudiera rondar su casa.
En la última entrevista que dio, recuerda que sus primeros trazos fueron para bosquejar a su madre bordando un almohadón, tarea que sin dudar, ocupaba a doña María con asiduidad.
Pero la felicidad del pequeño Ernesto se vio frustrada al morir su padre en 1948. Con apenas 10 años de edad su madre decide inscribirlo como interno en el convento de San Francisco. Allí conocerá de cerca los rigores del encierro y sufrirá el duro temperamento de algunos sacerdotes encargados de su educación.
Hablando de esa experiencia que lo atormentó siempre, su hijo Pablo cuenta que solía reflexionar así:
-Yo creo en un Jesús político, mas no creo en la iglesia de los hombres.
Jesús Cristo es una imagen que he pintado mucho, dijo alguna vez.

Luego de su paso por los claustros franciscanos, e insertado nuevamente en el seno familiar, cursa sus estudios secundarios y se acerca al Departamento de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán. A las primeras clases de pintura las recibe de Timoteo Navarro, Pompeyo Audivert y José Alonso. En ese ámbito traba relación con Lino Eneas Spilimbergo, artista que estuvo corto tiempo en la ciudad, pero que dejó sus enseñanzas.  
Su permanencia en las aulas se prolongó por largo tiempo y hasta podemos aseverar que jamás las abandonó.
Durante su estada en el Departamento de Artes absorbió todo lo que aquellos  maestros le brindaban. Pero había en él un rebelde autodidacta. Dumit prefería adentrarse en las villas humildes y plasmar las casuchas y sus pobrezas.
Pablo, nuestro entrevistado, comenta:
-Mi viejo por entonces ya mostraba su talento, pero no iba con él lo que dictaba el programa. Nunca se recibió.

Ernesto Dumit
Una beca y regreso al norte 
A principios de la década de 1960, Ernesto Dumit consigue del Consejo Provincial de Difusión Cultural, una beca que lo lleva a la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcoba, en Buenos Aires. Al llegar toma clases con Adolfo de Ferrari y sobrevive diseñando vidrieras, las de editorial Atlántida, por ejemplo. Permanece en esa ciudad durante 2 años compartiendo domicilio con el artista plástico y director de teatro argentino-francés Jerôme Zavary. Su hijo, el poeta Dumit, nos comenta que él fue bautizado: Pablo, por su abuelo paterno y Gerónimo, por Zavary.
Cumplido el plazo de la beca regresa al norte. Su destino será la localidad santiagueña de Clodomira, pueblo que no lo retiene mucho tiempo, pues se traslada al cordobés pueblo de Deán Funes, donde se aloja en la casa de unos singulares parientes, plasmados en un cuadro que realizó entonces. Dando riendas sueltas a su espíritu andariego, desde allí viaja al hermoso paraje de Unquillo, lugar enclavado en las bajas serranías de esa provincia. Él sabe que ahí se radicó Lino Spilimbergo y decide quedarse un par de meses pintando a su lado.






          El pintor Dumit se casa 



          Quizás cansado de hacer y deshacer avíos, o extrañando su tierra tucumana, Ernesto emprende el regreso. Recala en la vieja casa materna de la calle Lavalle, pero enseguida se muda buscando la compañía de un estimado amigo: Enrique Naval, actor y artista plástico ligado muy fuertemente al ambiente teatral; compañero de tablas y vigilias de Oscar Quiroga, el inmortal ‘Loro’; de  Fernando Arce; de Pelayo Romano; y de otros insomnes.                 
Radicado en la casa de Naval, el arte le tiende una celada magistral que revoluciona su vida. En realidad lo enmaraña en los hilos del casamiento.
Pablo, que es quien nos cuenta sobre su padre, dice:

Ernesto Dumit y Nora Elvira Escaño



-Ellos se habrán conocido en 1965 en lo de Naval. Mi viejo vivió dos años en la casa de ese amigo. En esos momentos él estaba pintando un retrato a una amiga del ambiente de teatro, a Nini Callejón, quien a la vez era compañera en el colegio Santa Rosa de Nora Elvira Escaño, mi futura madre.
Los padres de Nini fueron los dueños del hotel California, hoy Dallas hotel; esa gente le había comprado un mural a mi padre, trabajo que aun pervive.
Todo comenzó cuando Nini le dice a su amiga: Norita acompañame porque Dumit me está haciendo un retrato. Vamos, responde mi vieja. Llegan a la casa y el señor las atiende en calzoncillos boxer y su vasito de ginebra en la mano. Ese era mi viejo. Sé que mientras pintaba le invitaba café a la que sería su esposa.

Formalizado el casamiento la pareja se radicó en el barrio Sarmiento. Tres años después de realizada la boda, el 21 de agosto de1969, en ese domicilio nace el único hijo del matrimonio: Pablo Gerónimo Dumit. Un niño precoz e inquieto que burló a ‘la parca’ cuando un día quedó aplastado por una pesada reja.
Pablo Dumit, hijo de Ernesto Dumit y Néstor Soria
Pablo Dumit dibujado por su padre





















Domicilios y quehaceres 

Hubo un periodo en el que Nora Elvira Escaño, ya casada con Dumit, ejerció el magisterio en el pueblo de Simoca. Esclavo de su genio y vocación, el pintor resuelve fundar allá una escuela de arte destinada a los chicos de la zona; hoy desaparecida. Pasado un tiempo, en la década de 1970, la maestra es trasladada a la capital tucumana y nombrada en la escuela Salustiano Zavalía, turno tarde. Allí cursará sus estudios primarios el niño Pablo. Para entonces el domicilio de la familia era la calle Mendoza 1ra. Cuadra. Pero los cambios de vivienda continúan. Una nueva mudanza los interna en Villa Alem; en ese barrio alquilarán casas en la calle Congreso y también en la 9 de Julio.
Desde Villa Alem Ernesto empieza a refaccionar la casa de la calle Italia al 500, morada que será definitiva para el artista y de larga permanencia para su mujer y su hijo. Corría el año 1977.




 

 Realismo en la pintura 

          No nos disponemos bajo este título el hacer un análisis del arte plástico de Ernesto Dumit. Sólo narraremos la impresión que tuvo un niño, amigo de su hijo Pablo, cuando se enfrentó a un cuadro.

-Esta casa era en mi niñez, un polo atractivo para los chicos de la cuadra, sobre todo para jugar al fútbol en el patio. Eran partidos de dos contra dos, o tres contra tres.











 

Lo que les cuento grafica la relación de los niños con la obra de Dumit:

 -Cierta vez le encargaron que pinte a Vincent Van Gogh. Él lo hizo mostrándolo dentro de un cuarto, acodado en una mesa y en tres secuencias; una era cortándose la oreja y finalizaba donde se lo veía con la cabeza vendada. Recuerdo aquel cuadro oscuro. Daba miedo el mirarlo.
Después el banco Empresario le encargó un cuadro de Bethoven. En ese caso lo pintó al músico sentado, acodado sobre el piano, hizo las partituras y dibujó en su rostro ese gesto adusto que lo caracterizaba. En todo predominaban los tonos grises. 
Terminada la obra la dejó en medio del taller, ámbito que desde la ventana recibía un  haz de luz proveniente del patio y que casualmente iluminaba la cara de Bethoven.
Cierta vez nosotros los chicos estábamos jugando a la pelota en ese patio, a la oración,  alumbrados por esa única luz y en un momento se nos va el balón para adentro. Uno de mis amiguitos entra detrás de la pelota y en la penumbra pegó un grito que nos hizo pensar que se le había caído un ropero encima. Entonces lo vimos salir corriendo hacia la puerta mientras espantado gritaba ¡Ay un señor, hay un señor ahí adentro! Entonces entendí lo que le había pasado.
Yo llegaba a casa y los monstruos de los cuadros para mi eran familiares; estaba acostumbrado a verlos. A nosotros  nos parecían maravillosos, pero nadie quería vivir con los cuadros, salvo yo.

Ernesto Dumit, Luis Lobo de la  Vega y Gerardo Gucemas

Memoria desde la infancia 


           
Al escuchar a Pablo hablar de su padre y de la casa-taller de  pintura, nos queda muy claro el emocionado cariño que conserva de su años de, niño, adolescencia y juventud. Cada frase trasmitida está cargada de atrayentes comentarios que la sazonan. Es por eso que aquella vez le pedimos que no cese en los recuerdos, y así continuó su narrativa. 

-Mi padre, siendo un joven pintor, obtiene los primeros premios.

-El ‘Turco’ Juan Carlos Malcum, arquitecto, docente y escenógrafo, formó parte de una nueva generación de amigos de mi viejo. Dumit, trabajando a la par de él le fue cambiando la concepción escenográfica. No es lo mismo la visión plástica que la arquitectónica.

-Cuando mi viejo empezó a hacer las obras del bar ‘El condado’, fue armándolas en un taller que creo que montó en la calle San Martín. El trabajo de yeso con entretejido de alambres le debe haber llevado meses de armado. Después lo montaron.

-Más que en lienzo él prefería pintar en madera. A los paneles de la escalera de El Condado, que eran de ese material, los pintó en el taller y recién los colocaron. Cuando hizo ese trabajo yo tenía 3 años.

 




-‘La encrucijada’, un gran cuadro por el que le dan el Premio de Honor y fue adquirido por el museo de Bellas Artes Timoteo Navarro, es el tríptico con el que sintió que había alcanzado su obra maestra, que podía no pintar más. En esa pintura Dumit plasmó el 536, numeración de esta casa de la Italia.

-En una conversación que tuve con mi viejo le dije, que cuando él ya no esté,  en esta casa  yo iba a hacer algo, exposiciones, museo, escuela; y ahí terminamos con el tema. Mi opinión es, que siga sirviendo para el arte, las reuniones y la cultura. En fin, este museo mantiene vivo su último deseo.

-Cerca de casa estaba el clásico almacén de don Gutiérrez; así se llamó el boliche hasta que él murió. Este hombre, descendiente de gallegos y que lucía una boina arruinada, era un personaje con un carácter podrido; por cualquier cosa te mandaba a la m…Recuerdo que cuando tenía más o menos 8 años me fui a comprarle mortadela; se la pido y me pregunta: ¿cuánto querés? Como yo no sabía de gramajes, lo miro desconcertado y le digo: 6 gramos. Eso fue suficiente para que me corra. ¡vayasé a la m…! El viejo habrá pensado que lo estaba cargando.


El terror llamado proceso 
-En la década de 1970, cuando reinaba el terror del proceso, mi viejo dejó de frecuentar los bares porque casi todos sus amigos estaban en las listas negras de la triple A. Comenta Pablo Dumit.

Y muchos sabemos que los más afectados por el accionar de estas bandas de asesinos fueron los artistas. No importaba si asían un pincel, pulsaban una  guitarra o recitaban a Walt Witman. Las listas negras eran como las planillas del matadero municipal.
El poeta Pablo Dumit, muy joven entonces, percibía la tensión que se vivía en su casa, no sólo por estar habitada por un pintor, sino, por la cercanía con la zona militarizada de la ciudad.                                     

-Mi viejo estaba muy afectado por lo que ya se sabía que pasaba. En villa Alem tiraban bombas, nosotros salíamos agachados a ver qué pasaba y era que Boca había ganado un campeonato. No te imaginás el temor que sentíamos. Algunos amigos de mi viejo estaban desaparecidos, aquí, en Tucumán: Hugo Duca; ‘El chonga’ Vargas; ‘El pato’ Carré, al que por confundirlo con alguien le dispararon y lo dejaron paralítico. Ernesto Dumit estaba censurado. No podía exponer en Tucumán, tampoco laburar en escenografía. Tenía que esperar a que la Side mande el informe sobre él.
Al ‘Gallego’ Ramos Gucemas, a Gerardo, tampoco lo dejaban exponer porque pintaba mucho con color rojo.

Navidad Tensa

-Esta casa de la calle Italia al 500, esta ubicada en la zona donde las fuerzas armadas aglutinaban todos sus centros de operaciones. Tenemos el cuerpo de bomberos; la escuela de Policía; estaba la brigada; la jefatura; el distrito militar;   comunicaciones 5. Y tras cartón, el edificio que habitaban todos los militares, inclusive Bussi.
Al llegar la primera Navidad que celebraríamos en el barrio, mi vieja armó una mesa en el salón de adelante, en una especie de garaje desde donde se veía hacia calle.
Comenzamos a comer y de pronto frente a nuestro portón se detuvo un camión del ejército y empezaron a bajar soldados; golpean las manos, cosa que tranquilizó a mi viejo y uno de ellos nos pidió que les diéramos algo para pasar esa fiesta. ¡Qué cagaso! Uno vivía en estado de alerta.

Papeles quemados

-Como maestra que era, mi vieja había guardado los diarios y revistas que hablaban de la muerte de Perón. Tenía apilada toda esa documentación.
Cierta vez hubo un auto estacionado por varios días en la esquina de nuestra casa. Cayó la brigada de explosivos, camiones del distrito y armaron un gran operativo. Recuerdo que también desalojaban a los vecinos que vivían cerca.
En un momento mi vieja le pregunta a un soldado qué es lo que pasaba y este le responde que buscaban una bomba. Al ver semejante despliegue de fuerzas, ella se vino al fondo de la casa y quemó todo el material que había conservado.

Levantan la censura

-En 1980, Celia Terán pidió permiso para que Ernesto Dumit hiciera una escenografía. Le fue concedido. Pero recién en 1981, luego de ganar el Gran premio de honor, la censura de Dumit fue levantada. Ya se vislumbraba la democracia.

-Entre 1981 y 1982, los alumnos de Arte se organizan y ejercen una suerte de presión. Linares, el decano, dijo:
Denle a Dumit la posibilidad de que invente algo.
Ante ésto la Universidad le preguntó a mi viejo qué es lo que quería hacer y él respondió:
Hagamos los talleres libres de pintura.
De ese modo fundó los talleres libres en la facultad. Sin título que lo habilite,  estuvo allí entre 1982 y hasta el 86; mientras tanto seguía enseñando en la casa. 

Se separan

Ernesto Dumit y su mujer pactaron su separación en 1982; fue una decisión amistosa. Nora Elvira Escaño se muda entonces con su hijo Pablo a una casa de la calle Suipacha y Sarmiento. Pero el distanciamiento físico no afectó al cariño que se profesaban. Tan así es, que ella se hizo cargo de la salud y de la economía del pintor hasta sus últimos días. 
El bohemio, el artista, el amigo, falleció el 1º de octubre de 2007, a los 69 años. Su cuerpo descansa en el cementerio privado San Agustín; muy cerca de la sepultura de otro grande, de ‘El loro’ Quiroga.

Unas palabras más sobre el pintor

-En sus últimos años mi padre mantuvo funcionando el taller-escuela en la casa. Su salud se fue complicando. Las últimas obras son de tamaño reducido  porque estaba limitado en su movilidad; tenía una prótesis en la cadera. Cuenta Pablo.






Obras y premios de Ernesto Dumit 

1958: Segundo premio de pintura en el Salón de otoño - Peña Cultural ’El cardón’ - y el Primer premio de grabado adquisición. Salón primavera del Consejo Provincial de Difusión Cultural de Tucumán (cpdc).
1959: Primer premio de pintura en 1º Salón Nacional de Estudiantes - Tucumán -
1962: Premio único para acuarela VI Salón de pintura de Deán Funes. - Córdoba -
1966: Segundo premio de pintura adquisición. Salón Provincial Sesquicentenario.
1967: Primer premio adquisición en el IV Salón del poema ilustrado cpdc - Con el poeta José Augusto Moreno -.
Primer premio Salón Rotariano Nacional. Galería Van Riel - Rotary internacional -. Buenos Aires.
1968: Primer premio de pintura adquisición. XII Salón Nacional de Artes Plásticas.
1969: Primer premio de pintura adquisición. Salón del Noa. - Santiago del Estero -. 
Primer premio de pintura adquisición. XIII Salón Nacional de Artes Plásticas. Museo Provincial de Bellas Artes Timoteo Navarro. - Tucumán -.
1971: Segundo premio de pintura. Salón del Noa. - Catamarca -.
1972: Tercer premio de pintura. 1º Salón para Artistas Visuales del Interior. - Buenos Aires -.
1981: Gran Premio de Honor XXIII Salón Nacional de Tucumán para el ámbito nacional. Obra: Encrucijada. Museo Provincial de Bellas Artes. – Tucumán -.
1994: Primer premio adquisición de pintura. Salón La Gaceta. – Tucumán -.

Escenografías realizadas por Dumit

La cantante calva. Eugène Ionesco.
Pic-nic en el campo de batalla. Fernando Arrabal.
El malentendido. Albert Camus.
Un marido para el desayuno. Sacha Guitry.
Arlequin, servidor de dos patrones. Goldoni. 
Madre coraje. Bertold Brech.
Los padres terribles. Jean Cocteau.
Esperando a Godoy. Samuel Beckett.
Cleranbard, los días nuestros. Oscar Quiroga.
El enfermo imaginario. Molière (Jean-Baptiste Poquelin)
El guiso caliente. Oscar Quiroga.
Vestir al desnudo (Dirigida por Orestes Caviglia). Luigi Pirandello.
Stefano. Armando Discépolo.
Mariana pineda. Federico García Lorca.
Milagro en el mercado viejo. Osvaldo Dragún.
En 1970, la crítica teatral lo eligió como mejor escenógrafo por su labor en la obra Esperando a Godot.

Poeta Pablo Dumit



Nueva generación

            La escuela primaria Salustiano Zavalía cumplió con el compromiso de educar en las primeras letras al alumno Pablo Dumit. Él es ahora quien debe decidir a qué aulas asistirá para continuar con su pulimento de incipiente ciudadano.

-Recuerdo que había fallado en mi examen para ingresar al Instituto Técnico. Entonces mi madre me preguntó: ¿Donde te pongo? Y yo le contesté: Donde haya mujeres. Me cansé de esas escuelas que horriblemente sólo huelen a… varones. Hizo la gestión y me recibieron en el Jim. Era una ‘oveja negra’ ahí. Concurrían cinco changos y cuarenta y tres mujeres. Ya por tercer año me convertí en ‘el gurú’ de las chicas, porque les escuchaba sus experiencias con los novios; yo fui como un consejero de esa camada. En el Jim me recibí e ingresé a la facultad de artes; en la carrera de fotografía. A esos cursos cortos decían que le iban a sumar cine y televisión pero nunca lo hicieron. Luego de egresar hice dos años en Filosofía y letras. Todo fue en vano. Yo me sentía escritor.

Se macera el poeta

            En la casa de calle Italia al 500 se respiraba y se respira creación, talento, bohemia. La desaparición corpórea del pintor Ernesto Dumit  
no ha modificado el íntimo escenario de sus fantásticas elucubraciones. Digo ésto porque su vivienda y taller siguen allí, inviolables, celosamente protegidos por su hijo Pablo, un poeta que convirtió al lugar en un centro de cultura. Él es quien nos contó la historia familiar.
Tocado por los genes paternos, contagiado por tantas presencias ligadas al teatro, a la pintura, al cine, a la música, y a otras exquisiteces, el poeta Dumit quedó atrapado en el mundo seductor donde mora el arte:

-Antes de hablar de mi amor a la poesía, debo confesarles que de chico tenía un muy mal gusto musical, Creo que era por hacerle la contra a mi viejo. Él escuchaba a Bethoven y yo le ponía Palito Ortega. Además en esa época de pleno proceso no podías escuchar otras cosas; te daban eso.
Entre 1980 y 81, previo al desastre de las Malvinas, no sé porque vía comienzan a llegar a nosotros casetes de Sui Generis. Ahí empiezo a escuchar temas que tenían un mensaje  distinto con el que me identificaba.
Cuando empiezo a elaborar mis canciones, no sé porqué pero se me colaba
una melodía conocida y yo terminaba poniéndole  una letra propia. Al principio eso fue una especie de juego. Hasta ahí no había leído un libro de poesía; eran prejuicios. Por entonces tendría unos 12 años.
Luego cayó en mis manos un libro de Benedetti y me doy cuenta de que el verso libre de ese autor me contenía. Cuando lo conozco y lo leo me empiezo a enfrentar con lo que me enseñaban en el secundario. Ahora sé que el verso libre es una alternativa de lectura y escritura y empecé a buscar mi propio ritmo al escribir.


Aquí pasaron cosas
            Pablo se refiere a la casa de la calle Italia. Para él cada rincón de la vivienda, antes taller de arte de su padre y hoy espacio cultural abierto, cobija pasajes de mágicas reuniones que el pintor, Ernesto, solía realizar junto a sus amigos que lo visitaban. Él dice que esas ‘juntadas’ paterna favorecieron su inclinación a la poesía. Nosotros no dudamos de que eso fue así.

-Imaginate, venir de la escuela, atravesar la casa hasta el patio y encontrarme con personajes como ‘Pepe’ Soriano. O aquella vez en que aquí en Tucumán  Gerardo Vallejo estaba filmando una de sus películas y tardes enteras yo tomaba mates con Carlos Carela. Lo recuerdo a Pedro Lábate, el actor tucumano que recitaba a Victorio Gassman; o a Lito Tossi, armando su loca vida y hablándome de la poesía. Lito vivió con nosotros y tenía una mujer que no usaba ropas, siempre desnuda. Yo con mis 13 años llegaba de algún lado y la veía andar así por la casa con toda naturalidad; era fuerte todo eso para un chango de 13. Me acuerdo de cuando ‘El loro’ Quiroga se alojó en la piecita, al lado de la cocina; ese personaje dirigió el teatro San Martín. Aquí pasaron cosas. ¡Muchas cosas!.

Surge el poeta

-Escribo desde muy chico, pero a mi primer libro lo elaboré a los 20 años; se llama ‘Poemas para andar despierto’; su contenido es en verso libre y de temática urbana. En 1992 me voy a Buenos Aires y me quedo hasta agosto del 2008.  El segundo libro es ‘Poema para quitarse la muerte’ -2006-; en él hay mucho del paisaje de allá.  El tercer libro ‘El sol sobre las cosas perdidas’ salió en 2003; también desde Buenos Aires.

El poeta habla del pintor


Ernesto Dumit
 La desaparición física de Ernesto Dumit señala el fin de una época para las artes de la región… no así el fin de la escuela y la marca que la obra de Ernesto configuraba.

Dumit fue el último de una camada de artistas que cobraba notoriedad allá por mediados de los años 1960.

Durante años, centenares de talentosos artistas de las nuevas generaciones, se asomaban al taller de Dumit, concibiéndolo como referente inevitable de un modo de ver el arte y de ver la vida. La referencia del maestro no sólo comprendía la pintura, sino que su paso por el teatro, la escenografía y su visión integral de las artes, hacían de este viejo sabio un padre multifacético a quien daba gusto escuchar durante horas…

Quienes lo tuvimos cerca, sabemos de sus sueños y de su legado… sabemos que debemos defender su obra de ser olvidada y su figura (en el recuerdo) de ser una leyenda….

Sabemos de su inmensa entrega por la pintura y su inagotable aporte a la cultura tucumana… y de la región…

Somos testigos de ese aporte. Y responsables precarios y libres, de darle proyección en tiempo y espacio a lo que fue una fiesta de vitalidad y sabiduría… su obra… la enorme escuela de su obra…

Su paso generoso y claro por nuestras vidas nos hizo mejores personas…

Hasta la vuelta querido maestro!!


Poema
no pudiste con la espalda rota

ni con el abecedario /ni con el nombre de las monedas
ni con las moscas del pan duro /ni con las cuentas cotidianas

no pudiste con la ausencia de tu hijo
ni con las postergaciones /ni con la edad

son estas pocas cosas con las que no pudiste

pero llegaste hasta el fondo del barro y allí te incendiabas como un leño
para enseñarnos a mirar /ayudarnos a mirar /mirarnos...

viejo! podríamos creer que no...
porque se quedaron con tu confort /con tu salud
con la menor de tus verdades...

pero
hemos aprendido a mirar /por vos
en este paraje de ciegos...

y los jodiste...











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